Poeta José A. Carr: En memoria de la rosa, la estación y su reino
Rainer Tuñón C.
El poeta José Carr vive en la rosa, en su estación y en el reino con sus seres amados; en la memoria de este pueblo, a través de los discursos de mandatarios y en las páginas de libros, periódicos, revistas, semanarios y poemas que siempre dedicó a su tierra.
Nació un 8 de enero de 1958 y falleció el pasado 31 de diciembre de 2024. La ceremonia de velación se realizó ayer 6 de enero, entre familiares y amigos muy cercanos al destacado escritor, que recordaron las cualidades humanas e intelectuales del ilustre panameño, así como su dedicación y servicio permanente al país.
Carr fue premiado en tres ocasiones con el máximo galardón de la literatura panameña: el Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró, en la sección de poesía con los poemarios La Rosa contra el muro (1991), Estación de la sangre – Elegía en dos tiempos (1995) y Reino adentro (Más allá de La Rosa) (2006).
Durante su carrera literaria, además triunfó en el premio Pablo Neruda de 1984, 1985 y 1986, respectivamente; fue segundo premio en el Ensayo Universidad de Panamá de Ciencias y Tecnología (1985); alcanzó el premio Signos de Joven Literatura (1987); el Torneo de Poesía de Verano del Instituto Nacional de Cultura (1988 y 1989); el premio Amelia Denis de Icaza (1986); el Premio Nacional de Literatura Infantil Medio Pollito (1987); los Primeros Juegos Florales Universitarios (1988); el premio de cuento César Candanedo del Municipio de David, Chiriquí; el premio León A. Soto del municipio capitalino (1986, 1988 y 1990).
En las lides del periodismo, trabajó como como corrector de estilo, editorialista y fue un vehemente cocreador del suplemento cultural llamado Tragaluz del diario El Universal.
Asimismo, fungió como docente de literatura universal, latinoamericana y panameña en colegios de enseñanza media. Generaciones de jóvenes entusiastas se acuerdan de las clases del profesor Carr.
En el periodismo, los colegas reporteros reconocieron la maestría, el pensamiento crítico y estratégico del poeta, así como su vasto conocimiento en temas legales y culturales, el fino sentido de solidaridad y la nobleza en su panameñidad.
En tanto, los equipos de gestión gubernamental desde la Presidencia de la República y la Cancillería, siendo redactor de discursos y correspondencia estatal, se le acercaban para consultar sobre lo que surgía durante las horas de oficina o lo que ebullía al trote de una situación de impacto en el día a día gubernamental.
En el Ministerio de Cultura, sus pares literarios destacaban sus días como encargado del Departamento de Letras, cuando era el Instituto Nacional de Cultura, y algunos colegas refrescan sus pasos como asesor cultural en el Municipio de Panamá.
Aquellos que mantenemos a Carr, su presencia y trascendencia en nuestros corazones, celebramos la pluma y la hidalguía en su ser. En el canto octavo del Soliloquio del fusilado, pica y extiende lo siguiente: (…) mas recuerda que fui dulce y angustiado como un soplo de rosa / que fui breve, besado por el sol y las palmeras / toma mi sangre, ya todo lo he dado / mañana volveré, multiplicado.
Así es la memoria. Descanse en paz, poeta.