Enfoque Global

Con la paulatina retirada israelí, el sur del Líbano se enfrenta de cerca a la destrucción

Naqoura (Líbano), 26 ene (EFE).- Fátima (nombre ficticio) observa incrédula lo que queda del salón de su casa en Naqoura, adonde los residentes pudieron acceder por primera vez esta semana, después de que las tropas israelíes se retiraran de parte del sur del Líbano al calor del recién vencido alto el fuego.

El Ejército libanés ha empezado a facilitar la entrada de los desplazados a poblaciones ya liberadas como Naqoura, una localidad libanesa a apenas 3 kilómetros de la frontera con Israel.

Otras muchas aldeas continúan ocupadas por Israel pese a la expiración del plazo para su repliegue este domingo, lo que ha causado mortales altercados con ciudadanos hartos de no poder regresar a sus hogares.

La paulatina retirada israelí de parte de las aldeas en las últimas semanas ha comenzado a revelar un rastro de devastación que muchos no podían ni imaginar.

En Naqoura, poco de lo que un día se erigió a ambos lados de la carretera principal está aún en pie: la mayoría ha quedado sustituido por montañas de escombros.

“Solían decir que había mucha destrucción, incluso sabía que mi casa estaba destruida, pero no pensé que a este nivel. Uno ve más de lo puede escuchar o mirar en fotografías, o sacar de lo que alguien diga”, lamenta Fátima a EFE, mientras mira su destruido salón desde el boquete de una pared venida abajo.

La primera mirada

El Ejército del Líbano tomó el control de Naqoura en la primera semana de enero con la salida de Israel y, tras limpiarla de artefactos explosivos sin detonar, en los últimos días permitió a los vecinos que acudieran por primera vez a evaluar los daños en sus viviendas.

Fátima y otras familias del vecindario aprovechan para tratar de rescatar de entre las ruinas alguna posesión que haya sobrevivido a la invasión, pero sin demasiada suerte.

En el caso de la mujer, explica que solo ha podido salvar algo de cristalería de dentro de una vitrina y algunas piezas de ropa. El resto de sus pertenencias quedaron enterradas bajo un falso optimismo el día en que huyeron de Naqoura al comienzo del conflicto en octubre de 2023.

“No nos llevamos nada con nosotros, estábamos huyendo. Incluso les dije que cogieran poca ropa porque íbamos a volver en dos días o una semana, pero llevó tiempo”, comenta, en la que ha terminado siendo su primera visita a la zona en casi un año y cuatro meses.

En ese tiempo, sufrió varios desplazamientos concatenados, a medida que el grupo chií libanés Hizbulá e Israel se iban enfrentando, primero a través de la divisoria común y, a partir del otoño, con cazas israelíes ensañándose con el Líbano en una ofensiva aérea casi simultánea a la terrestre.

Ahora, dos meses después del final de la guerra, Fátima ha podido constatar que tendrá que seguir desplazada durante mucho más tiempo.

“Miraremos dónde nos podemos quedar hasta que reconstruyamos y volvamos a nuestra casa. Así es como es Israel, toda su historia toma venganza de los árboles y las rocas, no solo de los humanos”, denuncia.

“Lo que no pudo lograr y destruir durante la guerra, lo está haciendo tras la guerra durante este alto el fuego”, zanja.

Un círculo sin salida

Mientras los residentes inspeccionan sus casas, una explosión suena a pocos kilómetros. Unos padres mienten para calmar a sus hijos, asegurándoles que solo es el Ejército libanés detonando remanentes de guerra, y otros sopesan acortar su primera visita a casa en mucho tiempo.

Zahra (nombre ficticio) decide seguir, pues necesita desesperadamente hablar con alguien del Ayuntamiento.

“Estábamos alquilando esta casa, pero todos los muebles eran nuestros. Lo perdimos todo, todo el techo aplastó el salón y la habitación, hace falta una máquina levantadora para retirarlo”, cuenta a EFE la joven madre, frente a otro de los muchos inmuebles hechos añicos.

Según su relato, el dueño de la casa está fuera del país y se niega a entregarles un documento que confirme la destrucción de su mobiliario, de modo que no tienen nada que entregar “a Hizbulá” para solicitar una compensación por las pérdidas.

Otros ya se han cansando de ver su casa en ruinas guerra tras guerra, y han tomado la decisión de irse a vivir al extranjero.

“No queremos vivir en este círculo más, esta no es la primera vez que nuestra casa es destruida, soy un hombre mayor que ya ha pasado por esto antes. Es como si tuviéramos que irnos o morir, no tenemos otras opciones”, concluye un anciano de Naqoura.

Foto EFE