Cuatro iglesias desgreñadas
Por Emilio Sinclair
En el pasado cuando el país no estaba tan podrido, era placentero el viaje desde las afueras hacia la ciudad de Panamá.
La “chiva”, proveniente de Río Abajo, Pueblo Nuevo o Juan Díaz, se desplazaba por la vía España, avenida Central, y algunas llegaban hasta el Parque de Santa Ana, donde en el pasado se lanzaron los más sonoros gritos en defensa de los intereses de la patria y se pronunciaron estruendosos discurso preñados de demagogia.
Después de haber transitado por la Avenida Central con sus ferias permanentes y batalla de precios entre almacenes que reñían por conquistar la atención de los clientes, empezábamos desde el Café Coca Cola, a descender hacia lo que hoy se denomina Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá.
El vetusto Café Coca Cola, era la trinchera favorita de los políticos y, entre los que por ahí pasaron por ese sitio con nombre de gaseosa producida por “el imperialismo yanqui”, estuvo el Che Guevara saboreándose un refresco con un dulce que él llamaba “bollo”.
Nos embarga la nostalgia cuando la mente, un poco arrugada por los años, despierta recuerdos de un Panamá que se fue… Se fue para carajo.
Fue en el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá, detrás de la Iglesia San José, donde en La Estrella de Panamá en una máquina “Underwood”, tableteamos nuestras primeras letras cuando empezamos a gatear en el periodismo.
En La Estrella de Panamá, aprendí a saborear los afanes del periodismo, oficio agradable de sabor indescriptible, y conocí al primer cardenal en la historia de mi vida. Se trata de un coñac llamado Cardenal Mendoza, cuya sotana es una botella y su precio es reservado para la aristocracia. ¡Salud!
En aquella época todavía los “piedreros” no habían sido legalizados y cualquier borracho impertinente era mal visto mientras que ahora constituye una gracia.
Hoy el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá, cuya gloria como área residencial es cosa del pasado, se ha convertido en un sector turístico para el esparcimiento, la buena vida, la bebida tonificante, la gastronomía fina, y se bebe canta y baila frente a cuatro iglesias desgreñadas.
Los líderes de la grey católica, que es la religión que la mayoría de los panameños profesamos, hacen esfuerzos para rescatar el esplendor de templos como la Catedral Metropolitana y las iglesiasde la Merced, San Francisco y San José (Altar de Oro), pero la gente indiferente “chupa y come” al pie de los templos sin importarles que por falta de mantenimiento, algún día se puede caer una pilastra aplastando a fieles que acudieron en busca de la reconciliación con Dios.
Avergüenza como durante la celebración de carnavales, se despilfarra dinero en fiestas paganas y se gasta una millonada en pólvora en el llamado “topón”, mientras que en la ciudad de Panamá, cuatro templos – la Catedral Metropolitana y las iglesias La Merced, San Francisco y San José – se desmoronan, porque al parecer, estamos haciendo más reverencia a los asuntos faranduleros que a los relacionados con la fe.
Mientras continúa la vida, que es una mascarada – carnaval de hipocresías — el espíritu religioso agoniza y las cuatro iglesias del casco antiguo siguen desgreñadas.
(Edición impresa abril)