Editorial / Octubre
La aterradora experiencia de las inundaciones que arrasaron con los sueños y el patrimonio de muchos panameños en Samaria, Distrito de San Miguelito y que igualmente golpearon a residentes de Condado del Rey, activa las alertas sobre los permisos de construcción y los estudios de impacto ambiental.
Ha quedado en evidencia la responsabilidad culposa de autoridades, las cuales, en contubernio con las grandes empresas constructoras, desafían las leyes e incumplen con procedimientos elementales que atentan contra el medio ambiente.
Lo ocurrido exige una investigación profunda con secuelas en el área penal, porque los daños y perjuicios -afortunadamente no hubo víctimas fatales- merece castigo y debe servir de escarmiento para evitar situaciones semejantes en el futuro inmediato.
Preocupa mucho el crecimiento desproporcionado en Panamá Oeste, donde existe una “hemorragia” de barriadas, sin planificación, con estudios de impactos ambientales dudosos y sin una adecuada estructura de servicios públicos. La venta desmedida y la manipulación que hace presa de familias necesitadas de una vivienda digna, los conduce en ocasiones a tomar la peor decisión; pues, nada de lo que le prometieron en la pre venta, se cristaliza cuando reciben la llave de su casa.
Las autoridades pertinentes deben enfocarse más en la protección de sus ciudadanos que buscan mejorar su condición de vida, que, darle prioridad al negocio salvaje de construcción de viviendas en áreas no propicias y que eventualmente pueden convertirse en su trampa de muerte.