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La herencia afro de los rizos de mujeres panameñas vence el estigma y olvido

Con Orgullo, vanidad e identidad cultural llevan sin esconder su cabellera las mujeres afropanameñas, y es que ven entre sus rizos, trenzas y turbantes los elementos indicados para evitar olvidar su historia y salir adelante ante el olvido y el estigma que aún persiste en la sociedad.

Ataviada con un gran paño africano conocido como “guelé” de color dorado y una bata de llamativos colores, Silvia Miller, una experta en turbantes, examina minuciosamente la pieza antes de colocarla a una de sus alumnas, quien aprenderá el arte y la esencia de una pieza ancestral.

Mientras mira una de sus creaciones, Miller relata Efe que en la cultura africana la mujer ha tenido que optar por amarrar su cabello, ya sea por uso religioso, decorativo o funcional, por lo que aprovecha su relación con el Comité de la Etnia Negra de Colón para difundir sus orígenes entre la comunidad panameña.

Esta tradición, que llegó con las mujeres negras procedentes de África al continente americano para ser esclavizadas, se asentó entre los afrodescendientes en Panamá; y para la época de 1960 se logró arraigar su uso.

Hoy día, relata Miller, se utilizan dos tipos de turbantes, el guelé y el de tipo pañuelo, adaptado a múltiples formas y colores, aunque su uso es muy distinto para cada ocasión. El primero, sólo se utiliza para eventos especiales como bodas, bautizos y para funerales; mientras que el segundo, suele ser de uso diario y para actividades informales.

Miller asevera que aún existen críticas a la vestimenta negroide, y lo que más le indigna son los comentarios de que sus atuendos son disfraces ajenos a la cultura panameña, error que cuestiona por la diversa multiculturalidad del país.

De acuerdo con la especialista, los afropanameños son descendientes de los esclavos africanos que llegaron a Panamá durante la conquista y la colonización española, a partir del siglo XV, y a la población descendiente de los antillanos que arribaron como mano de obra durante el siglo XX para la construcción del Canal de Panamá.

En un pabellón de exhibición en que está la experta, de un recinto ferial de la localidad, la acompaña la escritora colonense Angélica Simpson, que con su cabello alborotado y de color café, parece haber superado las imposiciones por los determinados estereotipos de belleza que persisten entre las jóvenes panameñas.

Cansada de los salones de belleza y el típico alisado para acabar con sus rulos, cuenta a Efe que tuvo que pasar por un proceso de aceptación para encontrar su identidad y dejar de hacerlo, motivo que le inspiró a escribir un libro titulado “El Cabello que Dios me dio”.

“Para lucir bella tenía que someterse a tratamientos que me dejaban heridas, esto tal vez pudo ser porque no quería sentir las ofensas que vivieron las mujeres en la época de la esclavitud que tuvieron que esconder sus melenas porque simplemente les decían que eran horribles”, relata Simpson.

Asegura que ese patrón se ha colado desde ese período hasta la actualidad, y lamenta que niñas y mujeres que opten por llevar hasta trenzas se les reprima al sugerirles llevarlo liso,lo que a su juicio es una falta de igualdad.

Entre tanto, Dennisse Almanza, una joven de la provincia central de Coclé que lucha por difundir que en su región hay descendencia negra, considera que ha sido difícil debido a que la discriminación es un problema de larga data.

Cree que se debe en parte a la poca difusión e investigación de que no solo en las provincias caribeñas de Colón, Darién y Bocas del Toro están los originarios “afro de Panamá“; sino que en zonas como Coclé con pasado histórico indígena y colonial.

Almanza expone junto a Miller y Simpson parte de sus artes en una feria que busca reivindicar los aportes, tradiciones y legado de la etnia negra a través de actividades artístico-culturales.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), en Panamá hay actualmente 586.221 afrodescendientes, lo que representa un 14,9 por ciento de la población total. El dato es sensiblemente superior al del último censo de 2010, que cifró la población negra en 405.813 personas, un 9,2 por ciento del total.

En Panamá cada año se celebra el 30 de mayo el día de la Etnia Negra. Se celebra en esta fecha, ya que en 1820 el rey Fernando VII de España abolió el comercio de esclavos en todo su territorio, pues recibió influencias de los negros que pertenecían a la Asamblea Nacional de Francia en la época de la revolución.