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Los primeros desplazados climáticos de Panamá luchan por preservar su cultura

Gardi Sugdub (Panamá), 5 jun (EFE).- Un candado cuelga de las puertas de las casas de Gardi Sugdub, una isla del Caribe de Panamá que poco a poco está perdiendo su actividad. Sus habitantes, los indígenas gunas, han empaquetado sus pertenencias porque el hacinamiento y el mar los echa del que fue su hogar por más de un siglo.

Sin pronosticarlo, el pueblo guna, una de las siete etnias indígenas de Panamá, se convirtió esta semana en los primeros desplazados del país por la crisis climática. El nivel del mar aumenta y se traga a ese archipiélago de 365 islas diminutas de la comarca Guna Yala.

Según estimaciones del Gobierno panameño, para el 2050 el nivel del mar en el Caribe aumentará 0,27 metros, en un escenario optimista, teniendo un gran impacto en esas islas de Guna Yala, que están casi al nivel del mar, lo que las hace cada vez menos habitables.

Ahora, les espera una nueva vida a unos pocos kilómetros en tierra firme en la barriada de Isberyala (la tierra de los nísperos), un proyecto de 12,2 millones de dólares construido por el Gobierno panameño con años de retraso. La semana pasada recibieron las llaves de sus viviendas, pero no fue hasta el pasado lunes que comenzó el traslado oficial.

Durante tres días, la isla ha estado de mudanza. Las lanchas cargadas de pertenencias cruzaban sin cesar a tierra firme, los gunas cargaban bolsas repletas de ropa y comida e incluso colchones con ayuda de las autoridades panameñas, pero un tema de conversación se repetía: “¿Cómo viviremos allí?”.

Hay quienes como Herculano Lombarto, de 63 años, se niegan a abandonar su casa del todo y optan por vivir de manera intermitente entre ambos lugares. Tiene un negocio en la isla que abastece de comida y bebida a las lanchas que a diario transportan a turistas.

“Aquí (la isla) es un lugar económicamente activo por el turismo. Los negocios funcionan bien. Allí es nuevo, aún no funciona económicamente. Seguramente con el tiempo saldrán más negocios”, dice a EFE desde su mecedora frente al mar. Asegura, además, que construirá al lado de la nueva vivienda de material prefabricado una casa tradicional guna, con hojas de palmera.

Sus costumbres, lejos del mar

El cambio es drástico: se mudan del mar a tierra firme; de una vivienda con escasos servicios básicos a una casa con agua y luz corriente, afrontando nuevos retos y batallando por mantener sus costumbres ancestrales.

“La cultura es algo nuestro. Viene de nosotros. Lo trasmitimos de hijos a hijos”, cuenta a EFE la nonagenaria Melania Morris vestida con la colorida mola, la ropa tradicional de las mujeres guna.

Morris, de piel curtida y con la característica argolla de oro en la nariz, asegura que no solo trabajarán para mantener su cultura sino que se esforzarán en seguir la comida tradicional de esas islas caribeñas.

La nueva barriada de Isberyala comprende 14 hectáreas con 300 viviendas de 40,96 metros cuadrados para más de 1.350 personas. La casa cuenta con dos habitaciones, salón-comedor, baño y lavandería.

Además de ello, la barriada dispone de una ‘casa quincha’ tradicional para establecer el Congreso local con el fin de mantener las tradiciones autóctonas. Sin embargo, no hay un centro de salud como en la isla caribeña, lo que preocupa a algunos vecinos con adultos mayores a su cargo.

También hay una escuela para unos 650 estudiantes, una nueva oportunidad para mejorar las condiciones educativas, diferente al colegio en la isla con paredes resquebrajadas, hacinamiento de estudiantes, materiales dañados y un problema de recolección de basura.

Dalis Morris, hija de Melania, es una de las profesoras de la isla que serán trasladas a esa nueva escuela. Está emocionada por el centro más moderno, pero preocupada porque ahora deberá enseñar a sus alumnos cómo cruzar la vía, por ejemplo. Para ello, diseñaron un simulacro durante el traslado.

“Los mismos estudiantes quieren trasladarse. Han esperado años (…) Allí hay espacios para jugar. Pero esos niños han nacido aquí, dentro de su inocencia, al cruzar la calle no miran”, explica a EFE.

Tierra firme, un destino irreversible

El hacinamiento también ha apresurado su salida de Gardi Sugdub: las familias viven abarrotadas en esas precarias casas, levantadas con madera y un techo se zinc, a lo que se suma la basura repartida por toda la isla, incluso en el mar.

Según han admitido distintos habitantes de Gardi Sugdub, las inundaciones en esa isla se registran desde tiempo “ancestrales”. Pero la sobrepoblación ha empeorado la situación en la isla, de calles laberínticas y casas precarias.

“La marea sube y baja, siempre ha aparecido así. Pero ahora es que poco a poco se va a inundar, pero tardará algunos años. Las casas se inundan cuando coinciden la marea alta y las lluvias”, señala el comerciante Lombarto.

Según Lombarto y otros vecinos, el planteamiento de vivir en tierra firme fue ideado por la misma comunidad de Gardi Sugdub previo al proyecto del Gobierno, que lo materializó.

“Los gunas venimos de la tierra, no del mar. Aquí fuimos desplazados. Ahora volvemos a nuestros orígenes”, alega el guna.

Foto EFE