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Más allá de los mitos: lácteos pueden ser aliados del corazón

Investigaciones científicas publicadas en revistas de nutrición y salud indican que los ácidos grasos presentes en la leche, el queso y el yogur podrían desempeñar un papel importante en la regulación del colesterol y en la prevención de enfermedades cardiovasculares, según revela el nutricionista, Francisco Herrera Morales.

El consumo de grasa láctea ha estado rodeado de percepciones erróneas y mitos que sugieren evitar los productos lácteos debido a la creencia de que afectan el sistema cardiovascular. Sin embargo, múltiples estudios recientes confirman que la grasa láctea, cuando se consume dentro de una alimentación equilibrada, no representa un riesgo para el corazón e incluso puede aportar beneficios nutricionales, dijo el experto y que también anotan investigaciones científicas publicadas en revistas de nutrición y salud que indican que los ácidos grasos presentes en la leche, el queso y el yogur podrían desempeñar un papel importante en la regulación del colesterol y en la prevención de enfermedades cardiovasculares.

Contrario a la creencia popular, el consumo moderado de productos lácteos enteros no está clínicamente asociado con un mayor riesgo de ataque cardíaco. De hecho, ciertos estudios sugieren que algunos subcomponentes de la grasa láctea, como los ácidos grasos de cadena corta y media, pueden tener efectos antiinflamatorios y protectores para la salud cardiovascular.

En ese sentido, el estudio PURE (Prospective Urban Rural Epidemiological), publicado en The Lancet en 2018, analizó datos de más de 130,000 personas en 21 países, envidenciando que la ingesta de tres porciones diarias de productos lácteos sin descremar, como leche, yogur y queso, se asocian con una reducción en la incidencia de enfermedades cardiovasculares y mortalidad.

Francisco Herrera Morales, nutricionista de Productos Nevada, filial de Dos Pinos en Panamá, explicó que esto se debe a la presencia de ácido linoleico conjugado en la leche, el cual contribuye a reducir los niveles de grasa saturada en las arterias, disminuyendo así el riesgo de sufrir un infarto.