¿Y por qué no una rectora?
Por José Hernández
Periodista
Por esas curiosidades que nos marca el periodismo, he vuelto la atención a la campaña electoral para el próximo rector de la Universidad de Panamá.
Ya los medios de comunicación comienzan a abrir sus espacios para registrar la postulación de los potenciales candidatos y, hasta hoy, todos son hombres, detalle curioso que me llevó a buscar y encontrar que, en la página digital de la galería de rectores de la U, hay catorce imágenes.
De 1935 a la fecha, los destinos de la Universidad de Panamá han sido conducidos por catorce hombres. Y me pregunto ¿por qué no romper paradigmas y la imagen número quince para el próximo quinquenio sea la imagen de una mujer?
¿Por qué no una rectora para los próximos cinco años? No dudo ni cuestiono las cualidades y calificaciones de los docentes que ya se hayan lanzado o se lancen al ruedo para subir a la Colina.
Pero, con la creciente participación de la mujer en distintos órdenes del quehacer nacional, estimo que esa ventana se tiene que abrir en la universidad. No es imponer. Es estimular a las profesoras a ampliar su zona de confort e incursionar en este nuevo estadio porque cuentan con cualidades y calificaciones igual que sus pares docentes e investigadores.
Puede ser oportunidad de oro en una comunidad que, anualmente, gradúa más mujeres profesionales que hombres. Con un plantel de docentes y colaboradores administrativos en los que las mujeres ya tienen su presencia.
Esta propuesta de “apertura” se aporta a los elementos de reflexión que deben interesar, tanto a los de adentro de la universidad como a los que ¿Y por qué no una rectora? estamos afuera, porque la Universidad de Panamá merece ser dirigida por una persona con el compromiso público de trabajar permanentemente por una educación de calidad.
¿Que esa calidad, en retribución a lo que la sociedad paga con sus impuestos, incluya la impostergable prioridad de generar conocimientos para el desarrollo del país sin descuidar el histórico papel de la Casa de Méndez Pereira como espacio de reflexión del acontecer nacional, por la vía democrática del diálogo y del consenso, y como referente en cuanto a trasparencia, ética y justicia social.
Ojalá que, ante esta nueva contienda, la tendencia del voto no se guíe por un discurso o un plan de trabajo electoral. Que el voto se incline hacia quien, por su trayectoria, inspire confianza y asegure que su discurso no será un sencillo lema de campaña que, ya en la poltrona de la rectoría, no se cumpla.
Por su parte, todo los candidatos tienen que estar consciente que con su aspiración se someten a un escrutinio público responsable frente a sus electores que tienen la obligación de sopesar, junto a sus propuestas, su trayectoria en la producción científica, académica, gestión administrativa y comportamiento ético porque la Universidad de Panamá de este nuevo siglo se merece, además de un rector, a un líder que asuma el reto de redireccionar a una institución que, por lo compleja, ha perdido acreditación social.
El 29 de junio próximo, después de un mes de propaganda, diecinueve facultades, diez centros regionales, dos extensiones universitarias, treinta y tres programas anexos y 50 unidades administrativas decidirán el futuro de una entidad que, además de su misión rectora, tiene la facultad constitucional indelegable de fiscalizar a las instituciones universitarias de educación particular que funcionen en el país para garantizar, junto a la calidad y pertinencia de la enseñanza de la educación superior, el reconocimiento de los títulos y grados que se expidan.
De 1935 a la fecha, a la Universidad de Panamá la han orientado catorce hombres.
¿Por qué no una rectora para los próximos cinco años?