¿Por qué el desfile de las Mil Polleras debe regresar a Panamá?
Javier Collins Agnew
La Verdad Panamá
El desfile de las Mil Polleras, un ícono de la cultura panameña, nació bajo el Decreto Ejecutivo No. 59 del 27 de marzo de 2003, durante el gobierno de Mireya Moscoso con el objetivo de promover nuestra riqueza folclórica y posicionar a Panamá como un destino turístico internacional.
Inicialmente concebido y realizado en la capital, este evento fue diseñado no solo para resaltar la belleza de nuestras polleras, sino también para atraer turistas del extranjero, quienes al llegar a la ciudad podrían alargar su estadía explorando el interior del país, incluyendo la provincia de Los Santos y otros destinos.
En la actualidad, el desfile se realiza exclusivamente en la provincia de Los Santos, priorizando el turismo interno. Si bien esto beneficia a la economía local, limita el potencial de promoción turística internacional que podría lograrse al organizarlo en la ciudad de Panamá.
Al mantener el evento exclusivamente en Los Santos, se desaprovecha una oportunidad importante para captar la atención de visitantes extranjeros, quienes podrían ser atraídos por la proyección de un evento de esta magnitud en la capital.
En la Ciudad de Panamá, el desfile tendría una plataforma más amplia para su promoción internacional, ya que la capital cuenta con una infraestructura hotelera robusta, conectividad aérea y una diversidad de atractivos que complementan la experiencia cultural de eventos como este.
Al celebrarse en la capital, el desfile podría integrarse a un circuito turístico más completo, incentivando a los visitantes a extender su estadía para explorar otras regiones, incluyendo Los Santos, y promoviendo así un turismo interno más diversificado y sostenible.
Los beneficios económicos de captar turistas extranjeros serían significativos, no solo para la ciudad capital, sino también para el interior del país, al fomentar la exploración de destinos locales una vez que los visitantes estén en territorio panameño.
El turismo interno es importante, pero Panamá debe pensar en grande. No se trata de quitarle a Los Santos su relevancia cultural, sino de aprovechar las ventajas de una gran metrópoli para maximizar el impacto del desfile.
Y es que este desfile más que un evento folclórico, es una vitrina de nuestro patrimonio cultural nacional, pero su confinamiento en Los Santos parece una decisión mezquina y egoísta que afecta la capacidad de vender a Panamá en el mundo como un destino cultural.
Regresar a la capital no significa olvidarse de Los Santos, sino dar un paso adelante para consolidar a nuestro país como un destino diverso, lleno de historia, cultura y tradiciones.
El país debe ver más allá de los intereses locales y tomar decisiones que proyecten su identidad en el escenario internacional, aprovechando el desfile como una herramienta estratégica para el desarrollo turístico integral.
El gobierno, las autoridades turísticas y los organizadores del evento tienen en sus manos la oportunidad de devolver el desfile a la capital, donde nació por decreto, para darle el impulso que merece y que Panamá necesita.
Es hora de que las autoridades reconsideren su origen para que cumpla su propósito original: promover a Panamá como un país único, donde la tradición y la modernidad se encuentran. ¿Acaso no merecemos que nuestras polleras sean vistas como el emblema cultural que cruza nuestras fronteras?