Por qué Trump pide la pena de muerte para los narcotraficantes que venden opioides
Más muertos que en la guerra de Vietnam.
La epidemia de opiáceos que afecta a Estados Unidos se cobró solo en 2016 más de 63.600 vidas, una cifra superior a los 58.000 caídos en el conflicto bélico que se prolongó durante casi dos décadas.
Y, dos años después, la cifra sigue creciendo y la Casa Blanca busca nuevas alternativas para combatirla.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció este lunes un nuevo plan para reducir el consumo de estas drogas en el país, que incluye reforzar los controles sobre estas sustancias y hacer que los narcotraficantes que comercian con ellas sean condenados a muerte.
“Si no nos ponemos duros con los traficantes de drogas, estamos perdiendo el tiempo. Y esa dureza incluye la pena de muerte”, aseguró durante un discurso el mandatario en Manchester, New Hampshire.
Hasta el momento, se desconoce cómo se podría implementar legalmente esta solicitud del presidente.
La Casa Blanca, por su parte, anunció que el Departamento de Justicia buscará la pena máxima contra los narcotraficantes “cuando sea apropiado según la ley actual”.
Pero ¿qué son estos medicamentos y por qué son un problema de salud pública en Estados Unidos?
¿Qué son los opiáceos?
Los opiáceos son un grupo de medicamentos que se usan principalmente para aliviar el dolor y van desde analgésicos como la codeína hasta drogas ilegales como la heroína.
Funcionan al unirse a ciertos receptores neuronales, que liberan señales para bloquear la percepción del dolor y aumentar los sentimientos de placer.
Se estima que unos 2,4 millones de estadounidenses son adictos a estas sustancias.
Los tratamientos legales más fuertes generalmente solo están disponibles con receta médica e incluyen:
- morfina
- tramadol
- fentanilo
- metadona
- diamorfina
- alfentanilo
¿Para qué se usan?
Los opiáceos generalmente se usan para el alivio del dolor moderado y severo.
También están destinados a ser utilizados durante un período de tiempo limitado para tratar el dolor agudo que no responde a los analgésicos convencionales como la aspirina, el ibuprofeno y el paracetamol.
Se prescriben generalmente después de cirugías o para pacientes con cáncer o personas en estados terminales.
¿Por qué son peligrosos?
Si bien hay razones médicas para su consumo, también pueden ser altamente adictivos.
Las sensaciones de placer que resultan de tomar un opiáceo también pueden hacer que las personas quieran seguir experimentándolos, lo que puede contribuir a crear dependencia de las drogas.
En dosis más bajas, pueden hacer que las personas se sientan somnolientas, pero las dosis más altas pueden disminuir la respiración y la frecuencia cardíaca, lo que puede provocar la muerte.
Mezclar analgésicos opiáceos con alcohol o con otros sedantes como las benzodiazepinas también puede tener graves consecuencias para la salud.
¿Por qué son tan recetados en Estados Unidos?
A diferencia de muchos países europeos, Estados Unidos no cuenta con asistencia médica universal pagada con impuestos.
Los estadounidenses deben obtener su propio seguro, generalmente a través de un empleador o del gobierno.
Judith Feinber, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de West Virginia, explica que los opiáceos son fáciles de recetar y para muchas personas pobres son la única alternativa de tratamiento.
“Digamos que tienes un paciente de 45 años. Le duele la parte baja de la espalda, los examinas, tiene un espasmo muscular. Realmente, lo mejor es la terapia física, pero nadie pagará por eso. Así que los médicos recetan la pastilla”, comenta.
¿Es solo un problema de Estados Unidos?
El presidente Trump llamó a la epidemia de opiáceos una “vergüenza nacional” en octubre y la declaró una emergencia de salud pública.
Las cifras en Estados Unidos son ciertamente alarmantes.
Durante los últimos años, decenas de miles de estadounidenses murieron por el uso de opiáceos y las cifras de 2017 muestran un aumento del 30% en las sobredosis.
Pero hay temores de que el problema se extienda a otros países.
En Reino Unido, por ejemplo, el Departamento de Salud ha sido acusado de alimentar una “crisis de adicción” después de que se recetaron casi 24 millones de opiáceos en 2017, 10 millones más que en 2007.
El gobierno británico ha ordenado a esa entidad que realice una revisión de la escala y la naturaleza del problema con los niveles de prescripción.