Pro defunctis para las cantinas Panameñas.
Por: Julio César Caicedo Mendieta.
Los gobiernos desde la dictadura militar para acá, a través del caduco sistema de representantes de corregimientos facilitaron la invasión de comercios de asiáticos (minisúper), con licencia para vender licor. Estos expendios no pagan los impuestos que un buen restaurante que incluya vinos en menú y menos los que pagan las pocas cantinas de renombre que nos quedan a los ciudadanos de a pie.
Usted tiene que haber observado en la ciudad o en su pueblo que muy cerca de cada minisúper apertrechado con licor, blande frondoso o un palo de mango o uno de mamón en donde se toma cerveza y trago fuerte a cantaros, el sanitario es el mismo tronco y los asientos los promontorios de raíces del noble árbol asfixiado en la miasma. De esto pueden dar fe una cantidad enorme de obreros sindicalizados, que en vez de meterse en una cantina que paga impuestos prefieren comprar docenas de “six packs” o “tres lengua de vaca” como también le llaman a las medias botellas de seco.
Los fabricantes de cervezas, ron y seco, no tienen piedad con la gente de a pie ni los gobiernos tampoco, ellos se prestaron para satanizar a nuestra exquisita chicha fuerte de maíz para darle licencia al comercio del licor que ahora asesina indirectamente a miles de panameños por año, provoca miles de lisiados, hogares destruidos y lo peor el alcoholismo y las deserciones escolares. Es decir asfixiar a las cantinas con el terrorismo de los impuestos para que no puedan competir con los minisúper, ha sido una de las peores desgracias para el país corrupto.
Ya poco viajo a las ciudades, pero me he enterado que no existen aquellos lugares apacibles en donde uno se abrazaba a un “Traganiquel” a escuchar música mientras se tomaba unos tragos, que ya no están cantinas como La Radio, Los Compás de Pedregal, La Morgan de Río Abajo, La Chucuchucu, la Montmatre,la del hotel central ni la ciudad de Verona en esta última se tomaba cerveza de barril según me cuenta mi viejo. Muchas aún famosas como “La culo de perro” en Penonomé en donde han brindado y piropeado personalidades como Torrijos, García Márquez y yo, está temblando ante los minisúper asiáticos. Salvar a las cantinas y evitar la proliferación de casinos es una de las grandes tareas.
(Articulo edición impresa de abril)