Expresiones

¿Qué quiere Goliat?

Por: Rigoberto Castillo G., Doctor en Ciencias y Humanidades, Máster en Derecho Internacional y Abogado y Edwin Cuevas Rodríguez, Doctor en Ciencias y Humanidades y Negociador Comercial Internacional

En un escenario bíblico, donde David representa a Panamá y Goliat a Estados Unidos, se desata un conflicto de poder con las declaraciones de Donald Trump de recuperar el Canal de Panamá. En este relato contemporáneo, Panamá, aunque pequeño, y aparentemente vulnerable, se enfrenta con patriotismo a las amenazas de una superpotencia, defendiendo su soberanía y su derecho a controlar su recurso vital que ha sido parte de su identidad y dignidad nacional. La lucha entre estos actores evoca la historia de David y Goliat, donde la determinación y la astucia del más débil puede desafiar al gigante.

Las declaraciones del presidente Donald Trump, durante su toma de posesión han generado un profundo malestar nacionalista y análisis en Panamá, por sus implicaciones respecto la soberanía sobre el territorio del Canal de Panamá.

Aquí examinamos el contexto de estas declaraciones de Trump y la postura que en principio debe adoptar Panamá ante un Nuevo Orden Mundial que parece estar emergiendo con la llegada de Trump: el Trilateralismo en las relaciones internacionales y el Neo-Monroísmo de la política exterior de EE. UU. en América Latina.

Trump, conocido por su estilo provocador, ha insinuado que “América Latina necesita a EE. UU., pero no al revés”. Esta declaración resuena con su enfoque de “America First”, que busca priorizar los intereses estadounidenses en detrimento de las relaciones con sus socios y aliados. Su retórica ha sido interpretada como una amenaza a la soberanía de las naciones latinoamericanas, incluidas aquellas que, como Panamá, poseen recursos estratégicos.

Las declaraciones de Trump, respecto al Canal de Panamá, violan los Tratados del Canal de Panamá, de 1977, en particular, el Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal de Panamá y el Protocolo de Adhesión al Tratado de Neutralidad, ya que la “retoma” de la vía bajo jurisdicción de los EE. UU. implica la nulidad inmediata de estos dos instrumentos jurídicos internacionales. Es en este escenario que EE. UU. pasaría a ser un país agresor de la nación panameña, retrotrayendo inevitablemente las reclamaciones internacionales de Panamá ante los Tribunales Internacionales y la lucha nacionalista del pueblo panameño a las calles del país y del mundo.

El desafío planteado por el presidente de EE.UU. a Panamá, le obliga al país, fundamentalmente, hacer uso de su personal diplomático profesional más talentoso y capacitado para enfrentar los desafíos que surgen ante esta amenaza de uso de la fuerza por parte del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Panamá cuenta con una rica historia en negociación que forma parte de su identidad.

La Embajada de Panamá en Washington debe estar dotada de un equipo que combine la energía de los jóvenes y gente de mucha experiencia en negociaciones, investigación, informados, con capacidad de decisiones y sin temor a enfrentarse a un equipo estadounidense de primer nivel, ya entrenado y listos a retomar el Canal de Panamá y su Administración. Es esencial que la estrategia se enfoque en atender las necesidades de Panamá a través de la inteligencia, la información, el diálogo, la diplomacia y manteniendo siempre la cordialidad como socios estratégicos de los EE. UU. Sin embargo, no se debe permitir el irrespeto ni la imposición de influencias globales que cierren oportunidades, especialmente si esto va en contra de los principios democráticos de paz, libertad e igualdad.

Giulia De Sanctis, presidenta de APEDE en su comunicado ha enfatizado que Panamá ha demostrado capacidad para administrar el Canal, eficientemente, durante los últimos 25 años. “Es incorrecto afirmar que hemos entregado nuestra tierra y nuestro canal a potencias extranjeras”, declaró. Además, destacó que la causa por la que lucharon los panameños en el pasado sigue siendo justa y legítima. De Sanctis recordó que, bajo la administración panameña, el Canal ha incrementado su capacidad, mejorando el servicio a los barcos de todas las naciones, especialmente a aquellos que tienen a EE.UU. como principal usuario.

¿Qué quiere Trump?

Donald Trump ha expresado interés en los puertos de Balboa y Cristóbal, principalmente, por su enfoque en la política de “America First”. Este interés puede ser analizado desde varias perspectivas:

  • Aumentar las oportunidades para las empresas navieras estadounidenses y control en la cadena de suministros en el comercio internacional.
  • Acceder preferencial a estos puertos del Canal, para beneficiar a las empresas estadounidenses y fortalecer la economía de EE. UU.
  • Contrarrestar el comercio de China en la región.
  • Controlar el acceso a barcos militares que transitan por el Canal, por razones de seguridad nacional de los EE. UU.
  • Tener mayor influencia geopolítica sobre esta zona y la región, aumentando su presencia en América Latina y asegurar rutas comerciales estratégicas, para los EE. UU.

En síntesis, es lo que podría llamarse, en palabras de Trump, la “recuperación de recursos perdidos”, o subutilizados en América Latina, lo que incluye el acceso a infraestructuras vitales como el Canal de Panamá.

En un mundo en el que las relaciones internacionales son más complejas y anárquicas, Panamá debe estar preparada para enfrentar los desafíos que se presenten, defendiendo su independencia y su legado histórico de libre autodeterminación. Preveamos, que la primera movida o actuación por parte de Presidente Trump seria mandar a un emisario en la figura nueva del Secretario de Estado de los EE.UU, Señor Marco Rubio y escuchar el mensaje que nos trae.

¿Qué postura internacional debe adoptar Panamá?

La economía panameña y su estatus como nación prospera, se ha dicho, está condenada al desarrollo, pero las declaraciones del presidente Trump, tendientes enfrentar, a los EE.UU. con la República Popular China en una guerra comercial, y a Rusia, en materia de seguridad, obliga a la República de Panamá adoptar un ordenamiento jurídico de neutralidad nacional frente a las potencias, si es que no se desea ver al país envuelto en medio de ese choque de intereses globales y de tensión internacional, afectando de forma directa sus calificaciones de país rentable y de seguridad jurídica para las inversiones extranjeras y nacionales. Nadie invierte donde existe inestabilidad social, política e inseguridad pública. El desarrollo económico requiere estabilidad, paz y seguridad.

El régimen de neutralidad del Canal de Panamá debe servir como modelo ampliado para que los EE. UU. se abstenga de intentar retomar un recurso, que no les pertenece, y que por razones históricas y territoriales es de la República de Panamá.

La política exterior panameña debe estar enfocada, en este quinquenio, que de paso no será de estabilidad y tranquilidad regional, en diseñar e implementar una tenaz actividad internacional y global. Panamá debe aprovechar su asiento temporal en el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, para reafirmar su libre determinación, su soberanía nacional e integridad territorial. Es fundamental hacerse presente en todos los foros internacionales y denunciar los intentos de los EE.UU. de violar los Tratados del Canal de Canal de Panamá y de ser la primera potencia en violar los Tratados Concernientes a la Neutralidad del Canal de Panamá, hecho que hasta el presente no lo realizado ninguna potencia del mundo, pues el Canal y su Administración se encuentran, desde hace 25 años bajo control y dirección de las autoridades panameñas y no de ninguna otra potencia, incluida los Estados Unidos.